Muere Benedicto XVI, el hombre que sacudió la historia de la Iglesia al renunciar como Papa

El 10 de febrero de 2013 Joseph Ratzinger pronunció un discurso en latín que sacudió a la Iglesia católica: dejaba el papado para abrirle paso a Francosco. Se convirtió desde entonces en el Papa emérito. Tenía 95 años

Actualidad 31/12/2022 redacción WTF redacción WTF
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Benedicto XVI durante su papado.

La Oficina de Prensa del Vaticano confirmó el fallecimiento de Benedicto XVI, el hombre nacido como Joseph Aloisius Ratzinger y que fue el primero en dar un paso al costado en su cargo de Papa.  “Con pesar doy a conocer que el Papa emérito Benedicto XVI ha fallecido hoy a las 9:34 horas en el Monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano, comunicó el  Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni.

Desde hacía ya varios días el estado de salud del Papa emérito había ido empeorando debido al avance de la edad, tal y como había informado la Oficina de Prensa actualizando la evolución de la situación.

El propio Papa Francisco había querido compartir públicamente la noticia sobre el empeoramiento del estado de salud de su predecesor al final de la última audiencia general del año, el pasado 28 de diciembre, cuando invitó a rezar por el Papa emérito, "muy enfermo", para que el Señor le consuele y le sostenga "en este testimonio de amor a la Iglesia hasta el final". Y en todos los continentes se multiplicaron inmediatamente las iniciativas de oración con mensajes de solidaridad y cercanía también desde el mundo no eclesial.

En la Historia quedará constancia de que fue uno de los teólogos más sobresalientes de su generación, con una visión del cristianismo que inició en el liberalismo en su juventud y luego se tornó hacia un conservadurismo duro.

Una vida marcada por la guerra

Joseph Aloisius Ratzinger nació el 16 de abril de 1927 en Marktl, una villa del sureste de Alemania cercana a la frontera con Austria. Aquellos eran tiempos difíciles para los alemanes, que intentaban levantarse después de la Primera Guerra Mundial.

"Nuestra vida en Marktl fue dura, era una época con altos niveles de desempleo. La reconstrucción que Alemania debió hacer después de la guerra fue una gran carga para su economía. Los conflictos entre los partidos políticos hicieron que el pueblo se enfrentara", escribió Ratzinger en una autobiografía titulada "Mi vida".

Creció en el seno de una familia profundamente católica, conformada por su padre, Joseph Ratzinger, un agente de policía, su madre Maria Rieger, ama de casa, y sus hermanos Georg y Maria.

Es por ello que desde niño siempre estuvo relacionado con la parroquia local y las fiestas cristianas. "Siempre di gracias de que mi vida estuviera ligada a la celebración de la Pascua", decía.

Sus vecinos en Aschau -donde Ratzinger dijo que vivió muy feliz- decían que eran una familia común, con niños muy simpáticos y atentos.

"Ellos fueron una parábola viviente para nosotros. Heredamos esta forma de vida de nuestros padres, y la vida parroquial de nuestro pueblo nos hizo entender que esto era lo único posible", decía su hermano Georg.
 
Los tiempos de aquella Alemania, sin embargo, los pusieron a prueba. Adolf Hitler asumió el poder y su padre, siendo un policía, estaba obligado a colaborar con el nazismo.

Para evitar esto, la familia se mudó a Traunstein en 1937.

Pero eso no libró al joven Ratzinger, de 16 años, de pertenecer obligatoriamente entre 1943 y 1944 al Hitlerjugend, las famosas "juventudes hitlerianas" del Partido Nacionalsocialista.

De hecho, Ratzinger fue capturado en combate en 1945, al final de la guerra.

Un joven muy reservado

La experiencia de la guerra no apartó a Ratzinger de la Iglesia, aunque vio interrumpidos sus estudios de teología en el seminario St. Michael, en Warzburgo, durante algunos meses.

"Puede parecer extraño, pero la oscuridad de ese período de la Historia, y la guerra, no oscurecieron la luz interna en mí, gracias al poder del conocimiento. Las clases de latín y de griego me llenaban de alegría. Fue el momento en el que descubrí la literatura y leí a Goethe con tanto placer", recordaba Ratzinger en sus memorias.
Era un joven reservado. Eso sí, muy inteligente, pero amante de la vida silenciosa, un carácter que preservaría el resto de su vida.

"Durante esos años, la vida en el internado era feliz, como solo puede ser en la niñez. Pude acostumbrarme a las normas del seminario e incluso sentí placer en sentirme como los demás. Para poder hacerlo, debí abandonar mi estilo de vida solitario y establecer contacto con los otros jóvenes".

Su hermano Georg también siguió los pasos al sacerdocio y ambos fueron ordenados en 1951, en una ceremonia en la ciudad de Frisinga que, recuerda Ratzinger, lo marcó para siempre.

"Algo ocurrió durante la sacramentación sacerdotal, lo que para mí fue una señal. Un ave entró volando a la catedral, se posó sobre el altar y comenzó a cantar. No soy supersticioso, pero de algún modo, eso significó que las cosas debían ser de esa manera".

La década que lo cambió todo

Más que los tiempos convulsos de la guerra, lo que marcó la vida del joven sacerdote Joseph Ratzinger fueron los movimientos liberales juveniles de la década de 1960.

En todo el mundo, pero en particular en Europa, diversos movimientos cuestionaban las formas tradicionales y autoritarias que regían al mundo. La Iglesia católica no escapaba a los señalamientos.


Para un teólogo tan estudioso como Ratzinger, esto significó un cuestionamiento de las bases de una fe milenaria y extendida por el mundo que él debía defender ante cualquier amenaza.

Fue un asesor del arzobispo de Colonia, Josef Frings, un reformista que asistió el Concilio Vaticano II de 1962, en el que la Iglesia católica reformuló sus definiciones ante el mundo moderno. Este trabajo lo llevó a destacarse rápidamente.

Pero luego, cuando Ratzinger dio clases en la Universidad de Tubingen, se enfrentó al espíritu juvenil de la época, que clamaba por cambios sociales profundos.

El profesor Ratzinger, como alemán que creció en la década de 1930, entendió muy bien lo que podía hacer un régimen totalitario. Y vio un nuevo totalitarismo de izquierda en la década de 1960.

"Para él, el marxismo y el liberalismo penetraban la pureza y la concepción de los dogmas en la fe católica", explica a BBC Mundo el sociólogo Bernardo Barranco.

"A partir de 1968 algo pasó con Joseph Ratzinger y dio un giro conservador y se convirtió no solamente en un antiprogresista, sino en un persona que defendía el dogma y la religión de manera muy ortodoxa, muy fuerte", sostiene.

A pesar de ser un joven reservado, la palabra era un arma a la que Ratzinger le sacó provecho. Sus sermones fueron muy populares, incluso eran grabados y distribuidos en Alemania. Llenaba las iglesias alemanas en las que hablaba.

El favorito de Juan Pablo II

Su trabajo sacerdotal, y su filosofía reflejada en el Concilio Vaticano II, fueron claves en su carrera.
Fue nombrado arzobispo de Múnich y Frisinga en 1977, y poco después cardenal, este último el más alto título que puede conceder un Papa a uno de sus siervos.

Juan Pablo II lo llamó 5 años después a Roma para asumir la prefectura de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el ala de la Iglesia encargada de vigilar la ortodoxia del catolicismo (lo que en el mundo antiguo fue la Santa Inquisición).

Un teólogo que personificaba la Iglesia más tradicional se convirtió en el contrapeso que el Papa requería ante posturas como las de la teología de la liberación, o el modernismo de la Compañía de Jesús.

Por un lado, consideraba cualquier alternativa a los roles de género tradicionales como "una violación del orden natural" y dijo que anticoncepción era una de las muchas tendencias que contribuyen a una "ruptura en la moralidad sexual".

Pero también promovía la compasión cristiana, la protección del medio ambiente y la lucha contra la pobreza y la injusticia.

La tarea de mantener los dogmas, en un mundo que clamaba por cambios, es considerado por expertos del catolicismo como un punto de inflexión de la Iglesia, en el que el catolicismo comienza a perder su antiquísima influencia en regiones como América Latina.

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Esto se vería reflejado incluso en su papado, explica Barranco: "Gran parte de la crisis del catolicismo en América Latina se debe a esta postura represiva por parte de Benedicto XVI, hacia todo lo que era teología de la liberación".

Como uno de los más cercanos a Juan Pablo II, el cardenal Ratzinger se convirtió en uno de los favoritos para sucederlo, pese a que él no deseaba serlo.

"Si Juan Pablo II no hubiera sido papa, habría sido una estrella de cine; si Benedicto no hubiera sido papa, habría sido profesor universitario", escribió el experto en el Vaticano John L. Allen.

Tras la muerte del Papa en 2005, el cónclave para elegir al sucesor de San Pedro fue rápido. El 19 de abril de aquel año Ratzinger, de 78 años, asumió el liderazgo de más de 1.300 millones de católicos como Benedicto XVI.