¿Esta tú futuro predestinado?

¿Podemos alterar el curso de nuestro destino a través del libre albedrío o nuestras vidas se encuentran trazadas de antemano?

Curiosidades 15/12/2020 S& S&
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El concepto de destino ha preocupado a las filósofos, teólogos y pensadores desde hace muchos siglos. ¿Está el camino de la vida trazado de antemano? ¿O podemos con nuestro esfuerzo torcer el curso del destino, interpretado tradicionalmente éste como la voluntad divina?

En el pasado, el hombre vio su supervivencia como ligada a la obediencia a los dioses, al igual que actualmente la identifica en general con la libertad o el libre albedrío. Por supuesto, ambas actitudes se basan en la cambiante relación del hombre con su entorno. 

El hombre paleolítico, enfrentado a condiciones duras, sentía que era preciso aplacar a los dioses y persuadirlos a través de la magia. Incluso hoy en día, para la tribu africana de los Azande, por ejemplo, el destino no es un interrogante: toda la mala suerte se atribuye a la brujería, y la principal fuente de respuestas para preguntas muy específicas, dónde y cuándo sembrar sus cosechas, por ejemplo, es el sangriento ritual del oráculo del veneno. Estas creencias son de muy antigua data.

Variante bien desagradable del cara o cruz, el oráculo del veneno implica el envenenamiento de dos pollos, cuya supervivencia o muerte representa una respuesta positiva o negativa a la pregunta.

 Los antiguos griegos vieron, el destino humano controlado por los tres hados, imaginados como las hijas de la noche, llamadas Clotho, Lachesis y Atropos. Clotho hilaba el hilo de la existencia, que después Lachesis tejía en su infatigable telar de la vida; con sus elementos de azar y suerte; y Atropos cortaba el hilo, simbolizando el destino último del cual no es posible escapar.

Sin embargo, diversas culturas siempre han sostenido que el destino también podía ser fruto o consecuencia de las acciones realizadas durante la vida. Para los budistas, por ejemplo, este concepto se denomina Karma, e incluye el pago por las acciones positivas y negativas realizadas en vidas anteriores.

Analógicamente, los antiguos griegos creían que la diosa Némesis no sólo castigaba a los que no respetaban la ley moral, sino que también derribaban a los superbendecidos por la felicidad o la riqueza. Quizás esta creencia encuentra actualmente, su eco en ciertos comentarios habituales, tales como “no puedo quejarme” o “no va mal”, que se formulan como respuesta a cualquier pregunta sobre la familia o los negocios. De hecho, en muchos lugares de Europa se ha pensado tradicionalmente que trae mala suerte llamar la atención haciendo alarde de que uno tiene muy buena suerte. 

Orden del oráculo

El desgraciado Orestes de la leyenda griega aparentemente tampoco tuvo opción en la vida: su destino fue recibir la orden del oráculo de Delfos de matar a su madre Clitemnestra y a su amante Egisto para vengar el asesinato de su padre Agamenón. A consecuencia de ello fue perseguido por las vengativas Furias en señal de castigo. En muchos aspectos, el tormento de Orestes parece asemejarse a la dolorosa escisión que puede producirse entre los deseos personales y las expectativas de los padres.

Destino y suerte

El concepto de destino con frecuencia es una postura muy cómoda o incluso un recurso demasiado fácil para expresar un sentido de inevitabilidad, hasta de sanción religiosa. Eneas, el legendario fundador de Roma, fue, según el poeta Virgilio, llevado por su destino a las costas de Italia, después de la caída de Troya. 

Tanto en la antigua Grecia como en Roma, la veleidosa diosa Fortuna era adecuadamente reverenciada. Templos y estatuas, junto con sus atributos de la rueda, la cornucopia, el timón, la proa de barco o la esfera, se levantaron en su honor en la mayoría de las ciudades. De Servio Tulio, un supuesto esclavo escapado que llegó a rey de Roma, se creía que había sido el amante o el hijo de esta diosa.

La leyenda sostiene asimismo que Julio César, convencido de tener un afortunado destino, cierta vez que una tormenta amenazaba con hundir el bote en que viajaba, gritó a su asustado timonel: “¿De qué tienes miedo? Llevas a César y su Fortuna”.

Profecías de Nostradamus

Las profecías de Nostradamus, publicadas por primera vez en 1555, parecen haber predicho con siglos de antelación el fracasado intento de fuga de Luis XVI a Varennes en 1791, y el ascenso de Hitler en nuestro propio siglo. La Abuela Shipton de Knaresborough, nacida en 1488, aún lo hizo mejor predijo la introducción de la patata y la invención del aeroplano y el telégrafo, entre otros acontecimientos.

Pero, ¿Dónde entra el libre albedrío en algo tan aparentemente preordenado? Un encuentro casual en la calle puede cambiar el curso de una vida. Pero, ¿estada predestinado el encuentro? Actualmente adivinamos mucho acerca de las incógnitas que plantea la vida gracias al Tarot o consultando el I Ching, y leemos nuestro horóscopo en el periódico para descubrir qué es lo que nos depara el futuro, del mismo modo que nuestros antepasados buscaban el consejo de los sacerdotes – magos. 

Coincidencias

También podemos sentir la acción del destino en determinadas coincidencias. Los psicólogos de la escuela de Jung explicarían a éstas como casualidades significativas, y un principio de conexión entre el mundo psíquico interno y el mundo físico externo. Las coincidencias, aunque con frecuencia parecen ridículas, son sin duda reconfortantes, dándonos la sensación de que, de alguna manera, estamos en el camino correcto.

Pero en muchos aspectos las creencias budistas dan vuelta todas nuestras ideas sobre el destino. La existencia en el plano terrenal es simplemente un velo de maya o ilusión, y la persona sabia, cesando en su “esfuerzo por llegar a ser”, ya no está sometida a la rueda de la fortuna, sin que se libera del karma de la causa y el efecto.

De acuerdo con la tradición, el Dalai Lama, líder espiritual del Tibet, elige reencarnarse en sucesivas vidas. A veces, el Tibet es “peinado” para localizar al ser “reencarnado”. Este debe ser capaz de probar su identidad reconociendo antiguos objetos de una anterior posesión y pasar a través de rigurosos tests.

Actualmente existen posibilidades que, hace dos siglos, hubieran parecido imposibles, excepto para los especialmente dotados o los muy afortunados. La mayoría de nosotros siente que tenemos al menos un cierto poder para dar forma a nuestro futuro, apoyándonos en nuestro talento, nuestra determinación o, simplemente, trabajando duro. Pero, al mismo tiempo, pocos dejan de tener en cuenta ese importante pero elusivo elemento que es el destino o la suerte. Quizá nunca lleguemos a estar del todo seguros en cuanto al conflicto entre las nociones de destino y libre albedrío. Esta contradicción entre la elección personal y el condicionamiento preestablecido es siempre compleja.