¿Es posible que nuestro hogar tenga su propio espíritu?

El hogar, como cobijo del hombre frente a las fuerzas exteriores, es fuente de un sinfín de leyendas, mitos y rituales.

Curiosidades 23/01/2021 S& S&
5e81f25315e9f972f34d6c10

Las viviendas y los hogares son fundamentales para la vida humana y a través de los siglos han adquirido un caudal de simbolismo, leyendas y misterios.

El hogar como un santuario, ofrece protección frente a los elementos, y, por lo tanto, está asociado con la matriz, la maternidad y el principio femenino en general, además de con el signo zodiacal Cáncer y con la Luna. La mayor parte de los misterios y costumbres que rodean el hogar tienen que ver con esta idea de protección, y también con el deseo de proteger al hogar de malévolas influencias externas. 

También en la interpretación de los sueños, el hogar simboliza la seguridad. Por ejemplo, soñar que se entra en una casa sugiere un comienzo desde cero, mientras que soñar con una casa que está siendo derruida significa un amor desafortunado o la destrucción de las esperanzas. Las teorías psicológicas modernas incluso establecen una relación entre la disposición interior de la casa soñada y el mundo interior del sujeto: el sótano es el subconsciente, el desván, la memoria; y la cocina, la necesidad emocional de cariño y apoyo.

La elección del lugar

Desde épocas antiguas, una de las mas importantes consideraciones para asegurarse de que la casa estuviera libre de influencias malévolas ha sido elegir un lugar adecuado para construirla. Aparte de consideraciones puramente prácticas, tales como asegurarse de que el suministro de agua y de luz serían los adecuados, los emplazamientos se escogían de acuerdo con los principios de la geomancia, una antigua práctica de adivinación en función de las energías naturales presentes en el paisaje. 

Un enfoque menos elaborado se basaba en recurrir a augurios y presagios. Hasta hace poco, por ejemplo, los irlandeses dejaban una espada hincada sobre el terreno durante una noche.

Si por la mañana aparecía caída o desplazada, significaba que las hadas desaprobaban el emplazamiento, y por lo tanto había que escoger otro.

También estaban muy extendido diversos ritos para asegurar la resistencia del edificio, y muchos de ellos involucraban un sacrificio cruento, real o simbólico. Huellas de estas creencias sobreviven en el norte de Inglaterra, como, por ejemplo, en la idea de que reconstruir una casa o añadirle una nueva puerta puede conducir a una muerte en la familia. 

Una vez asegurada la solidez del edificio, el paso siguiente era protegerlo contra problemas espirituales. En épocas pasadas, esto se hacía encargando a un sacerdote o a otra persona venerada que consagrase o bendijese la casa, una práctica que encuentra su eco actualmente en la costumbre de llevar pan (símbolo de la vida) y sal (símbolo de la pureza) a una nueva casa. 

En algunas culturas, es común la idea de que la pureza de una vivienda puede ser destruida si alguien muere en ella, por lo cual, en ese caso, cabe abandonarla. Hasta épocas recientes, entre los gitanos europeos era una costumbre quemar la caravana de una persona muerta con su cadáver muerto.

Sellando las aberturas

Al igual que se pensaba que los espíritus y los demonios podían entrar en una persona pasando a través de las aberturas naturales del cuerpo, se creía que las casas eran vulnerables a la posesión maligna a través de sus puertas y ventanas, que debían protegerse ritualmente.

Las ventanas (“ojos de viento”) permitían a la casa “ver” y “respirar”, pero también ofrecían un posible punto de entrada para las fuerzas malévolas. En consecuencia, en las ventanas o en alguna parte de la puerta, se ponían objetos para proteger el hogar: ajo contra los vampiros y plata contra los hombres lobo, por ejemplo. Se creía que, si una bruja lograba entrar en una casa, terminaba tendiendo poder sobre todos los que habitaban en ella. Así es como se colgaban en las ventanas abiertas bolas de bruja, hechas de vidrio muticolor, para desviar el mal. Con exactamente el mismo fin, también se empleaban brotes de diversas plantas: fresno, poleo, verdolaga o pamplina, entre otra.

Dada la importancia simbólica del umbral como parte mas vulnerable de una vivienda, éste recibía especial atención. 

En la antigua India se decoraba con continas bordadas con imágenes religiosas; en los diversos países islámicos se escribían o grababan palabras sagradas sobre él; en muchas otras culturas se colgaban allí tallas de espíritu o de animales, o incluso restos de sacrificios y ofrendas rituales de diverso tipo.

Poderoso simbolismo

Asociada con el umbral está la concepción de las llaves como símbolos del pasaje de un estado a otro.

Esta tradición sobrevive en la costumbre de darle a una persona joven la llave de la casa cuando se convierte en adulta, o las llaves de una ciudad a alguien que ha llegado a una posición social de importancia. También se pensaba que una llave en la cerradura protege de las terribles intrusiones demoníacas. 

Ritos de construcción

Las dos etapas más importantes de la construcción de una vivienda son su inicio y su terminación. Hace mil años o más, las primeras etapas se marcaban a menudo con un sacrificio para asegurar la feliz culminación del proyecto; y los huesos o la sangre de la víctima propiciatoria pasaban a formar parte del material de la casa, normalmente en los cimientos, para que su espíritu actuase como guardián del edificio.

EBKWRqqL_1608392030

A veces, el sacrificio era humano, por ejemplo, en excavaciones arqueológicas de los cimientos de la fortaleza romana de Reculver, en Kent, Inglaterra, se han encontrado esqueletos de niños pequeños. En otros casos se enterraban animales o muñecas. En la Edad Media, ofrecimientos menos horripilantes sustituyeron a los mencionados. Hasta el siglo XVII, en Gran Bretaña se ponía en las paredes de la casa un frasco con agua y un trozo de pan, como encantamiento contra el hambre y la necesidad.

Cuando se completaba la construcción del edificio, re realizaban nuevos ritos, antes de bendecirlo ritualmente o de que el santón local u otro dignatario lo inaugurase. Éstos tenían normalmente la forma de una ceremonia de “culminación”, durante la cual se fijaba un invernáculo al tejado del edificio.